Una vida llena de aventuras y libre de aprietos económicos no es un deseo exclusiva del sexo femenino, en el mundo de azúcar también los chicos se divierten.
Posiblemente al contar mi historia estaré evidenciando que me comporté de modo poco ético, pero quiero aclarar que valió la arriesgada que nos dimos oportunidad de vivir, no me arrepiento de nada, y estoy seguro de que repetiría la historia con una modificación, si quieres saber cuál, quédate hasta el final de mi historia; afortunadamente existe el anonimato y pues, ¡aquí voy!
Me llamo Juan Manuel, soy un chico originario de Puebla, pero actualmente radico en la Ciudad de México. Tenía 20 años, en el momento cuando se desarrolla mi historia yo trabajaba como asistente/ recepcionista en un consultorio nutricionista y estudiaba en sistema abierto la universidad, mi vida social era muy reducida, así que conocer personas se me complicaba un poco. Actualmente tengo casi 26 y soy odontólogo.
Un día llegó a consulta un señor muy apuesto, que a simple vista parecía de 40-45 años, alto, medio canoso, muy parecido a Richard Gere en su mejor época y empezó a llegar martes a consulta, para dar seguimiento a su dieta. Yo lo noté desde la primera vez que llegó, me pareció muy atractivo, es el tipo de hombre que me atrae.
Un martes como de costumbre, llegó a las 5 de la tarde y no había nadie más en la sala de espera, el nutriólogo estaba llegando tarde de su hora de comida, así que el “Richard Gere” mexicano tuvo que esperar 30 minutos ahí, pero esos minutos nos dieron la oportunidad de conversar un poco, siendo así cómo empezaría lo nuestro, por una simple y escuálida charla en una sala de espera.
Se acercó a la típica estancia de revistas, pero pareció que ninguna le llamó la atención, así que después de dudarlo un poco, volteó a verme, y no logré disimular y esquivar mi mirada de la suya, así que se dio cuenta que lo estaba observando desde mi escritorio, y sonrió conmigo levemente cuando nuestras miradas se toparon.
Me dijo -vaya, deberían poner mejor material para leer aquí-. Sonreí ligeramente y asentí con la cabeza, le dije, ya no debe tardar el Dr. Así que, mientras esperaba, su única opción de distracción era conversar conmigo.
Me dijo, -Llevo viniendo aquí por algunos meses y siempre me atiendes, pero jamás he preguntado tu nombre, ¿cómo te llamas chico? -Juan Manuel-, le dije. Y me hizo otras preguntas personales, ya sabes, las típicas preguntas de introducción, (edad, nombre, a qué me dedico, etc).
Desde el momento que empezó a cuestionarme presentaba una actitud amistosa, y coqueta a la vez. Yo pensé que esa actitud coqueta era mi loca imaginación, para mi suerte, yo estaba en lo cierto.
Se me fueron tan rápido esos 30 minutos de charla, me quedé con ganas de más. De pronto, llegó el Dr. Y nos despedimos, amable y amistosamente. Al salir de consulta, sucedió algo que me dejó perplejo por varios minutos, aun cuando él ya se había marchado del lugar; es que me dejó su tarjeta en un movimiento sutil y discreto, la dejó caer cerca de mi mano, sobre el escritorio.
Yo la tomé, miré la parte frontal donde venía grabada su información, y al reverso, con un lapicero, escribió: llámame. Cuando leí eso, no me quedó duda de que habíamos dado pie al coqueteo, eso era seguro, ya estábamos en ese juego, ¿ahora qué seguía?
Al guardar su número telefónico, no pude evitar imaginar la reacción de mi jefe, ¿qué haría si descubre que tengo un trato fuera del consultorio con uno de sus pacientes?
Bueno, decidí dejar esa idea de momento, la emoción era más grande que cualquier código de ética o regla moral, finalmente había tenido la atención de un hombre que me gustaba en silencio, y mejor aún, sin ningún esfuerzo; después empecé a dudar de lo que había pasado, no sé, supongo que tú al igual que yo has experimentado esa sensación de gozo cuando el chico/chica que te gusta te habla, pero a la vez te entra la duda de que haya sido real o no.
Le envié un whatsapp, no me respondió sino hasta la noche, cuando ya estaba a punto de tener un encuentro cálido y ansiado con mi cómoda camita, después de un día estresante de trabajo y escuela, tareas y pendientes, olvidé que ese hombre guapo no había respondido a mi mensaje, pero al sonar el celular y ver quién era, me regresó la emoción de colegiala enamorada.
Comenzamos a charlar básicamente por las noches, que era cuando él tenía un espacio de tiempo destinado al ocio. El señor era casado, pero eso no le impidió seducirme poco a poco.
Después de un tiempo, me enteré de que su matrimonio solo era para cumplir con las apariencias absurdas de la sociedad; él era gay, pero nunca se ha destapado abiertamente, es como un secreto a voces para los cercanos a él, pero nada comprobable. Su esposa estaba desahuciada, le quedaban pocos meses de vida o menos, y sus hijos ya mayores, independientes lejos de casa, que ni siquiera viven en México, son una familia muy bien acomodada.
Él es un notario muy reconocido, tiene su propia notaría y consultoría privada, es una persona muy preparada, que viaja mucho a eventos, incluso está inmiscuido en asuntos políticos, etc; por eso me sorprendió que me coqueteara, pero me encantó a la vez, me sentí muy halagado de que una persona como él se fijara en mí.
Cuando fue al consultorio el siguiente martes, actuamos como si nada pasara, quedamos de mantener todo en absoluta discreción, tanto para él, como para mí, sería arriesgado que alguien supiera de nuestro acercamiento, mismo que no tenía una finalidad de simple e inocente amistad, era muy obvio para los dos que esto llevaba una dirección sexual más que nada, así que éramos cómplices.
Duramos así con las pláticas nocturnas alrededor de 2 meses, y los martes cuando iba al consultorio siempre me daba un chocolate que dejaba discretamente en mi escritorio, un “Kiss”. Era un gesto lindo, debo decir que es un hombre muy detallista, sabe muy bien cómo tener contento a uno. A pesar de que es una persona adinerada, se fija en los detalles mínimos, esos que el dinero no puede cubrir. Por eso rápido me encariñé.
Un día me esperó a la salida del consultorio, yo iba caminando por un pasillo a la salida del edificio, cuando, me llegó por atrás y me tapó los ojos con sus manos, supe de inmediato que se trataba de él por su distintivo perfume, toqué sus manos suavemente con las mías, volteé rápido y lo besé, fue un beso rápido, porque ambos nos dimos cuenta de que no estábamos en el mejor lugar para que esto sucediera.
Me invitó a comer, a un restaurante exclusivo a las afueras de la ciudad, le dije que no estaba vestido ni preparado para la ocasión, pero terminó convenciéndome de acompañarlo.
Llegamos al lugar, muy elegante, me sentí un poco fuera de lugar, pero rápido al ver cómo lo trataban a él con tanta preferencia y amabilidad me sentí parte del momento, y conmigo igual lo fueron; había poca gente ese día, supongo que él ya sabía eso y por esa razón se animó a invitarme.
Fue la primera vez en mi vida que comí langosta, me supo increíblemente deliciosa, no sé si era el hambre, o la emoción, pero recuerdo sentir un orgasmo en mi paladar. ¡con que así sabe la buena vida eh!
Me llevó a un departamento que tenía ubicado en una buena zona de la ciudad, donde podía contemplar la ciudad desde el 10mo piso. Tenía un pequeño balcón, donde solía recargarme cada que íbamos ahí, y mientras admirábamos el anochecer, platicábamos de cosas triviales, algunas veces, nada, el silencio también era un buen compañero entre los dos.
Rápidamente desarrollamos un vínculo emocional. Yo sin duda puedo decir que me enamoré profundamente de él. Duramos saliendo a comer y a platicar como 3 semanas aproximadamente, antes de tener sexo y pasar a una fase más íntima de nuestra relación.
Yo todavía no entendía del todo lo que estaba sucediendo, pero me alegraba que estuviese sucediendo. Esperaba siempre ansioso cada martes a verlo aparecer por la puerta del consultorio, esperaba mi chocolate en el escritorio, todo parecía ir muy bien, y así era, nos teníamos respeto y hasta cierto punto, lealtad, el uno con el otro.
Nos volvimos grandes amigos, nos podíamos contar lo que fuera sin ser juzgados, creamos una hermandad de dos, sin decir que el sexo era maravilloso.
Recuerdo que muchas de las veces le preocupaba el pésimo estado de salud de su esposa, hasta que sucedió lo inevitable, su esposa falleció, fue una etapa muy triste para él y sus hijos, a pesar de que él no se había casado por amor la llegó a amar pues era la madre de sus hijos; le di tiempo para que se repusiera de ese duelo, no quise ser imprudente, traté de entender su situación, supuse que lo que menos querría era pensar en otros pendientes que no fuera lo familiar.
Me parece que se tomó un mes casi, hasta que me volvió a buscar, porque de hecho dejó de ir al consultorio en ese lapso. Yo hasta llegué a pensar que lo nuestro ya se había terminado, pero, tal vez sonaré frívolo, a partir de ese suceso, nuestra relación se volvió más libre, no nos expusimos ante el público tampoco, pero sí teníamos más oportunidad de más encuentros y también a deshoras.
La primera vez que me invitó a su casa quedé impactado con su estilo de vida, vaya que sí tenía dinero. Vivía muy cómoda y lujosamente, en una casa enorme y bonita en la mejor zona de la ciudad.
Me quedé a dormir ahí en repetidas ocasiones, y él tenía un gusto fino por la comida, tanto que aprendió a cocinar él mismo desde joven, se le ocurría tomar cursos de cocina cada que tenía oportunidad, y solía sorprenderme con platillos tan exquisitos en cada encuentro, en su casa, específicamente, en la cama.
Que te despierten con un buen desayuno después de una noche de sexo increíble está por encima de un simple orgasmo, realmente disfruté con él; tengo en mi mente muchos momentos inolvidables a su lado.
Cuando me dio dinero por primera ocasión igual la recuerdo, ya teníamos alrededor de 6 meses juntos, anteriormente me regalaba obsequios y detalles, como el de los “kisses”, pero un día desperté en su cama, y él no estaba, me dejó una nota en el buró, explicando que había salido de emergencia de la ciudad, que volvía en un par de días, ya teníamos planes para ir a un spa en Cuernavaca, pero me dejó el dinero en un sobre, y me dijo que fuera yo, sin embargo, ese dinero lo usé para pagar mi colegiatura de la universidad.
No se lo dije hasta cuando lo vi nuevamente, me preguntó qué tal había estado el spa, y le dije que, honestamente, tomé el dinero para pagar mi colegiatura, de momento pensé que eso podría disgustarle, pero su reacción fue otra, él aplaudió mi buen uso del dinero, y me dijo que de ahora en adelante él me apoyaría con ese gasto importante, incluso pagó 6 meses por adelantado de mi carrera.
Yo me sentía muy seguro a su lado, me hacía sentir protegido y amado. Pero en un giro inesperado, él tuvo que mudarse a Pachuca, me pidió que lo acompañase a esa ciudad, incluso me ofreció vivir en la misma casa, que era grande, que él se ocuparía de mis gastos, que no tenía por qué sentirme presionado a aceptar, pero que, si aceptaba, él se ocuparía de mí, y yo allá podría continuar la universidad. Vi tentadora la oportunidad, pero me dio miedo que la situación se arruinara por completo, me entró el pánico del compromiso, que le di un rotundo no.
Él siguió con sus planes de mudanza, y continuamos en contacto por unos meses más hasta que me dijo que había conocido a otro chico, que tenía planes de llevarlo con él a su casa que le había ofrecido lo mismo que él me ofreció a mi hacía unos meses atrás, y que el chico aceptó.
Sentí un golpe duro en el estómago, y no pude evitar sentir coraje conmigo mismo, y envidia por ese chico afortunado. Esta situación me hizo reflexionar sobre algo importante de la vida: hay oportunidades que no se dejan ir.
Ese chico que aceptó su propuesta, de hecho, terminó su carrera antes que yo, y siguió con Jesús por algún tiempo considerable, tuvieron una linda historia, que muy posiblemente, habría sido mi historia si yo no hubiese sido tan miedoso.
Te comparto mi experiencia, si te encuentras en la misma situación que yo no temas arriesgarte, muchas veces las oportunidades vienen disfrazadas en una persona, o en este caso, en un hombre adinerado, ¡tómalo!
Yo ya tenía una historia bonita con él y por alguna razón fui cobarde de ir por más, ahora que veo en retrospectiva, estoy convencido de que me equivoqué y que pudo haber sido mucho mejor, pero no lo hice, ahora no tengo ningún Sugar daddy, y claro que me encantaría encontrar uno, aunque ya soy autosuficiente, es lindo tener el respaldo de una persona mayor, no sé, a mí me encantan mayores que yo, ojalá algún día vuelva a conocer a otro Jesús.